Y así es que fuí soslayando
una búsqueda interminable,
un mecanismo incesante.
Un libro giratorio,
dos estrellas en movimiento
en un juego de dados.
Y es que el árbol que crece solo en estío:
es tan certero como libre,
tan redundante como sencillo,
y tan felizmente libre, como tan tristemente vacío.
